Hotel Monasterio Rocamador

Este antiguo monasterio es impresionante tanto por fuera como los alrededores del mismo como por dentro. Todas las habitaciones son distintas unas a otras, los pasillos la decoracion aprovechando los antiguos elementos del monasterio lo hacen espectacular el restaurante con una comida exquisita, esta situado en la antigua copilla del monasterio que todavia conserva el altar. Las vistas desde el hotel monasterio son espectaculares y en verano cuenta con una bonita y bien situada piscina Tambien cuenta con bungalows o apartamentos separados del hotel Tambien hay que destacar que los dueños del monasterio son a su vez los dueños de la bodega pago de la encomienda por lo que en el restaurante se pueden disfrutar de toda la variedad de sus vinos y tambien se pueden comprar en recepcion. Sin lugar a dudas un hotel muy recomendable y unico donde pasar una estancia muy agradable.

El edificio y los jardines bonitos pero poco más. Una habitación sucia, con una sola bombilla en la lámpara de techo, el baño sucio con cosas rotas, la nevera y cafetera que te prometen al reservar están en una zona comunitaria muy lejos de la habitación que nos dieron. Sin secador, almohas horribles, y un frio que no nos permitió dormir. Tanto la puerta de la "casita" como la de la cocina comunitaria se atascaron cada vez que queriamos abrirlas y habia que recorrer 200 metros bajos la lluvia para ir a pedir ayuda a la recepción. Lo unico bueno, el gran camarero del bar.

Hoy quiero compartir mi experiencia en el restaurante Hotel Monasterio de Rocamador, un lugar que prometía deleitar nuestros paladares. Comencemos con el menú infantil, unos simples macarrones con tomate por 8 euros. Personalmente, considero que el precio es un tanto elevado para este plato tan básico. Pasando a la tabla de pulpo por 21 euros, debo admitir que no logró cautivarme. Aunque bien presentado, carecía de ese toque especial que esperaba. Las croquetas, un clásico que puede marcar la diferencia, resultaron ser bastante básicas. La cremosidad y el sabor no destacaron, dejándome con la sensación de que faltaba algo. El revuelto de boletus, por otro lado, no logró dejar una impresión buena. El solomillo ibérico, desafortunadamente, llegó a la mesa bastante seco y con escaso sabor, mientras que el solomillo de vaca, a pesar de su precio de 25 euros, dejó mucho que desear en cuanto a cantidad. El rabo de toro "normal", sin destacar, y la presa ibérica, aunque buena, pecó por tener filetes demasiado finos y llego fría a la mesa. En cuanto a los postres, el coulant de chocolate es industrial que no logró conquistarme, y el flan de huevo se mantuvo en la categoría de lo "normal". Sin embargo, la tarta de queso merece un aprobado, siendo el punto culminante de la experiencia dulce. A pesar de las críticas culinarias, debo reconocer que el restaurante Hotel Monasterio de Rocamador ofrece un ambiente inmejorable en plena dehesa. La conexión con la naturaleza es algo que realmente suma a la experiencia gastronómica. El servicio, aunque no destacó por la innovación, fue correcto y amable, ofreciendo un trato adecuado.

500 jaar oud klooster omgevormd tot een hotel in een ongerept heuvelig landschap. Wat ingewikkelde layout van de ligging van kamers in het complex. Vriendelijk personeel niet altijd vloeiend in een taal anders dan Spaans. Zeer goede keuken en excellente wijnen aan een zeer competitieve prijs.

PÉSIMO, PÉSIMO Y PÉSIMO. En todos los aspectos. Servicio nefasto. Atención peor. Comida: tarde y peor. Qué pena, un enclave tan singular merecía algo más de ánimo, compromiso, profesionalidad y seriedad. Desde luego ese no es el camino...

Ni una sola señalización para entrar en el camino desde la carretera. Le pedimos al camarero agua y vino y sólo nos trae vino. Al final de la comida le decimos que nos traiga un chupito y la cuenta, sólo nos trae la cuenta. Mucho despiste para un sitio como ese.

Sitio con mucho encanto ,pero desde el primer minuto que te sientas en el restaurante ya notas que la profesionalidad de los camareros no está a la altura. Llegada al comedor a las 15/30 de la tarde , y sabiendo que no vas a empezar a comer hasta una hora después , y no por la gente que había en el comedor , no nos han puesto ni una mínima aceituna . Servicio lento y malo ,los platos nada del otro mundo .Hemos devuelto un atún rojo con guacamole ,porque ni era rojo ,ni venia con guacamole ,y con una calidad pésima,y nos lo han cobrado diciéndonos que nos quejáramos al dueño.Pésimo servicio ,una pena un enclave tan bonito. Ojalá esto sea una crítica constructiva y se pongan las pilas para que pueda ser un lugar de referencia en Extremadura.

Es un lugar mágico donde perder la noción del tiempo por unos días. La entrada al hotel ya deslumbra por su localización y fantasía constructiva en piedra natural. En cada rincón del alojamiento se respira paz y armonía, si te das un pequeño paseo por los alrededores podrás contemplar parte de la historia de este lugar además de unas vistas espectaculares del enclave. Por si todo ello fuera poco, además de alojarte en una habituación con algunos cientos de años de historia pero con las comodidades del siglo XXI, podrás degustar vinos de la bodega propietaria actual del hotel Pago de las Encomiendas (el repertorio incluye varios tintos, blanco, rosado en incluso un cava) en la propia capilla del monasterio reconvertida en un restaurante bastante peculiar. Un lujo para los sentidos y paladares más exquisitos. Gracias a Diego, Mabel, Víctor Manuel y todos los integrantes de este gran equipo por vuestra hospitalidad y saber hacer que hace de cada estancia unos momentos inolvidables.

Dice el refrán que "cada uno cuenta la feria como le va", y puedo entenderlo. Puedo entender que la habitación que me dieron fuese mejor puntualmente mejor que otras que por alguna circunstancia no estuviese en perfecto estado cuando se alojó otro huésped, pero de ninguna manera puedo entender lo que he leído sobre la atención del personal del hotel. En un estancia en marzo, con buen tiempo, en el campo, silencio absoluto y relax en 360 grados el hotel es una maravilla para desconectar. Las instalaciones, que provienen de un antiguo monasterio, están perfectamente adaptadas, con comedores en terrazas acondicionadas e incluso uno interior en la antigua capilla, precioso. La habitación, una auténtica maravilla, con chimenea, una cama super king size, tres ventanales con vistas al campo y un baño con una bañera espectacular donde relajarse, una delicia. Poco se puede decir del hotel, incluso tienen actividades como tour enológico... Pero donde quiero hacer más hincapié es en la atención, que es lo que más me sorprende de algunas opiniones. Desde la recepción hasta el último de los trabajadores son encantadores. Sonrisa por bandera y amabilidad siempre. El desayuno...algo superior. Tostadas con productos de la tierra, patés, zumo natural, cereales... en resumen mucho más que lo que se desayuna y se necesita en casa. No quiero ni pensar lo que debe ser una semana en este hotel en verano con su piscina, esos desayunos.... Repetiré.