La verdad es que escogí este hotel, primero porque tenía buena oferta y por su ubicación y, segundo porque me pareció curiosa su imagen con el mantón de manila en la fachada y su ambientación "castiza". Acerté completamente: su ubicación es genial desde luego, pero lo que más me gustó fue su gente, su acogida, su comida y sus instalaciones, en este orden. Desde el personal de recepción hasta los camareros y otro personal que encontré en mi corta estancia todos fueron amables y muy profesionales. Acogida calurosa, cordial y simpática, todos vestidos de chulapos - no se si es siempre así o es por San Isidro -. Realice desayuno y comida en el hotel: el desayuno bastante completo y el detalle del "corner madriñeño" me pareció espectacular (churros, porras, roscones, buñuelos...), pero la comida es todo un espectáculo: desde la carta y sus términos castizos - con glosario incluido - al final, es un disfrute absoluto. No pude probar el postre porque no podía más, pero volveré a por ello. A destacar el licor de madroños y la "chatita" hechos de forma artesanal y con historia incluida en el servicio. Finalmente las instalaciones: si el mantón de la fachada me pareció curioso, la temática de las habitaciones es genial. Cada una dedicada a un rincón madrileño y ambientada en él. Ni que decir tiene que el gel de baño tiene olor a violetas .... Un 10 sin duda.
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